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miércoles, 16 de marzo de 2016

Y yo me voy al manzanares

Agonizando. En vilo. Sufriendo. Tensionado, estas podrían ser las causas de una dolencia cardíaca, pero no, son las claves para vivir como nadie un partido de fútbol. Una religión. Atlético de Madrid.
El encuentro frente al PSV Eindhoven se presumía para no sufrir, de hecho, no se sufrió casi nada en los noventa minutos reglamentarios, exceptuando una mano de Oblak que desvió al palo en la segunda mitad. El partido tuvo más por parte rojiblanca que por parte holandesa, eso se vio reflejado nada más comenzar el encuentro con una jugada de Griezmann que, eligió mal el movimiento, y terminó por estrellar la bola en el cuerpo de Zoet. Poco más que añadir por ambos equipos, el Atlético lo intentaba y el PSV se metía atrás. Con todos estos alicientes llegamos a la prórroga. Luego a los penaltis.
Tiraron los diez jugadores y ninguno falló, ni siquiera Saúl Ñíguez que estubo rozando el casi desde que se topó con las manos de Zoet. LLegamos a la muerte súbita, es emomento en el que hay que jugar a no fallar. En el segundo penalti el PSV falló, dicen que Don Luis Aragonés lo mandó al larguero por que mandarlo fuera era demasiado poco emocionante Ahí iba Juanfran a tirar el que a la postre iba a ser el decisivo. El resto es historia.

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